domingo, 12 de enero de 2014

FRUTOS DE BENDICIÓN

Hoy, en la Fiesta del Bautismo de Jesús, finalizando el Tiempo Litúrgico de la Navidad y comenzando con el Tiempo Ordinario, queremos estrenar una nueva sección de nuestro blog: FRUTOS DE BENDICIÓN.
Un espacio donde las Religiosas Concepcionistas iremos compartiendo nuestra vocación.
Sta. Carmen Sallés, en una de sus cartas, les decía a las Religiosas que  la Congregación Concepcionista era la TIERRA DE BENDICIÓN (Carta de 1.908) Y ha sido en esta "tierra" donde algunas semillas fueron cayendo, germinando, creciendo... y, bajo la mirada amorosa de la Virgen Inmaculada y al cuidado del mejor Jardinero, Jesús, han ido dando sus frutos: FRUTOS DE BENDICIÓN.
Deseamos os guste y, sobre todo, os ayude a descubrir y valorar la vocación religiosa concepcionista y los frutos de bendición que estas religiosas han sido y son para la Congregación y la Iglesia.
Jesús continua cultivando esta Tierra, y sigue echando semillas..., sigue llamando a jóvenes, futuras vocaciones, que deseen seguirle y dar fruto en la vida concepcionista.
 
M. Rosario Moreno, actualmente misionera en el colegio concepcionista de Jiutepec, México, inaugura esta sección.
 
SOBRE MI VOCACIÓN
En estos días en que se revive de forma especial la manifestación del Señor y en que suelo hacer memoria histórica de la manifestación del Señor en mi vida, me llega la sugerencia de que escriba sobre mi propia vida y  mi vocación, así que me pongo a relatar algo desde la Luz de Dios que se manifiesta. Creo que toda vida es vocación porque la vocación  ¿qué es en sí misma? Poco o casi nada. En estos días de epifanía, de manifestación, a la luz de la Palabra de Dios en que le preguntan a Juan Bautista Tú: ¿Quién eres? y él no  responde quién es en sí mismo sino en relación con Jesús, me ha sugerido que  puedo poner mi vocación en este espejo y contestar a lo que se me pregunta sobre mi itinerario vocacional desde esta pregunta ¿Quién soy yo en mi relación con Jesús? Porque ¿Quién soy yo en mí misma y qué es mi vocación desde mí? Nada. Si algo soy lo soy desde Dios, desde Jesús, el Dios Encarnado y sólo desde Él puedo ver mi historia, mi itinerario vocación.
Tras el largo preámbulo, comienzo: “Yo he nacido en esos llanos de la estepa castellana…” retomando el verso de Gabriel y Galán. Nací en una tierra pobre y fría en invierno cuyas nieves y hielos curtían las manos y hasta el aliento, tierra que florecía en primavera y calentaba el corazón, que se volvía seca en el verano de recogida de mieses y dura y árida en el otoño y nuevo invierno. ¿Por qué relato el recorrido de las estaciones? Porque creo que éstas también determinan la personalidad. Mi vida se fue haciendo al ritmo de la Naturaleza. Nací en pleno otoño y por tanto fui engendrada en invierno. También eso tiene su importancia, pues al calor de la lumbre, al fuego de una casa familiar y muy numerosa, se fraguó mi infancia vocacional. En mi pueblo segoviano se vivía un ambiente familiar y de hondas raíces cristianas, no exento de dificultades. Bebí la fe como por ósmosis, las celebraciones del pueblo eran cíclicas y siempre en torno al Misterio cristiano; las fiestas del Señor, de María y de los santos enmarcaban las fiestas del pueblo.

Creo que esas raíces austeras, familiares, de ambiente difícil y acogedor dieron una pauta importante a mi vida e historia vocacional. Mi madre fue determinante y también la vocación de una hermana como monja de clausura cuando apenas tenía yo 3 años. Las peleas familiares de largos meses que presencié en ese tira y afloja de la determinación de mi hermana por seguir una vida casi incomprensible cuando tanto se la necesitaba en casa, fueron sin duda importantes en mi infancia ¡según me dijeron luego fui yo la que “desvelé” por el pueblo que mi hermana “se iba de monja”.
Después llegarían las cartas, las visitas a ese convento, las directas e indirectas a ir para allá, las revistas con los santos y misioneros que llegaban a casa… y así llegó la adolescencia que pedía “salir de la casa paterna e ir donde se me indicara”. Como si fuera en pequeño la llamada de Abrahán salí a mis 13 años a un lugar de Aspirantado concepcionista donde no fue fácil vivir mi adolescencia, bastante rebelde por cierto, en medio de una dura disciplina y los compromisos en la vida de fe (oraciones, pláticas, prácticas religiosas,…)  que fui asimilando sin gran dificultad, no así el  ambiente que era bastante exigente.
Las llamadas vocacionales ahí eran casi continuas. Muchas de mis amigas salieron del colegio, algunas bastante “rebotadas” pero otras iban al Noviciado y ¿yo qué hacer? Me atraía más salir a la aventura del “mundo” como muchas de mis amigas pero...,¡ocurrió una llamada que siempre la vi determinante y “providencial”: la muerte de mi padre cuando apenas tenía 16 años. ¿Qué hacer? ¿Complicar más las cosas en casa o “probar” a descubrir más a Jesús, quien ya se me había ido metiendo poco a poco en el corazón? ¿Ensayar a dejarme enamorar por un joven muchacho que me atraía o emprender una vida, que intuía que no iba a ser fácil, pero que me daría más felicidad en la entrega a los demás, especialmente en la educación?

Tiempo difícil de discernir por dónde me quería el Señor. Siempre he sido rebelde, buscadora y hasta insatisfecha… me he caracterizado por “correr riesgos” mejor que quedarme con lo conocido. Me seduce eso que dice el Papa Francisco que prefiere a una iglesia herida porque sale y se arriesga a una que queda aparentemente “sana” pero que en realidad está enferma porque vive para sí… esa ha sido siempre mi forma de ser y actuar: arriesgarme ¡y vaya si he tenido heridas en mi cuerpo y en el alma! He salido herida en el campo de misión y en el de la comunidad, en el tiempo la adolescencia, la juventud y la madurez, hasta hoy, pero así he tenido que recurrir una y mil veces a dejarme curar por mi Buen Pastor que es Jesús.

Mi itinerario vocacional ya ha discurrido por muchos valles y barrancos, por desiertos y vergeles…, he probado muchos alimentos que me han hecho daño y otros en cambio mucho bien, he bebido en muchas fuentes, unas de agua clara y otras casi contaminada… pero de todas he aprendido y de ellas me ha sacado el Señor y conducido hacia las Fuentes de la Vida que es Él mismo.
Mi historia vocacional ya es larga. Digo que he pasado la cuarentena del desierto. Con frecuencia añoré “los ajos y cebollas” que dejé en mi “antiguo Egipto”, me rebelé cuando me faltaba el pan y el agua en la larga travesía de los días y los meses áridos, sin apenas vislumbrar la “Tierra prometida”. Es larga la travesía del desierto y cansa… pero hoy, echando la vista atrás siento que mi vida ha madurado en los largos veranos y he recogido el fruto otoñal porque me he dejado purificar en los inviernos duros con el viento frío y el hielo y sembrar en las primaveras de muchas personas y experiencias que han enriquecido mi vida.
 Ha merecido la pena esta travesía y sé que al final de mis días tendré que repetir mi estribillo que me acompaña: “tú lo sabes todo, mi Señor, sabes que te quiero”. En ese “todo” va todo… que sería muy largo de relatar y terminar con un TE QUIERO. A pesar de todo: TE QUIERO, Tú eres la razón de mi vida, Tú eres mi Señor, mi Fuente, mi Pan y mi Agua, mi Vida y mi Plenitud.
México, 5 de enero de 2014
 

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