martes, 18 de marzo de 2014

FRUTOS DE BENDICIÓN

M. Natividad Tejedor, de la Comunidad Concepcionista de la Residencia Universitaria "Santiago Apóstol", ofrece su testimonio vocacional, los frutos sencillos y cercanos de su tierra bendecida por Dios.
¡Gracias por tu vida y por tu vocación!

"Señor, tú me sondeas y me conoces, todas mis sendas te son familiares. Guíame por el camino eterno" (Salmo 138)

Qué rápido transcurre la vida, pero, que difícil resumir en unos cortos párrafos el paso de Dios por la misma.
Pues sí, eso me ocurre a mí. ¿A quién le pueden importar estas líneas?, es una vida tan cotidiana, tan común y a la vez tan preciosa a tus ojos, Señor... Me ha costado escribirlo, pero me lancé.

He sido un niña de la postguerra, sencilla, alegre, ilusionada, soñadora. Gracias a Dios que a los niños no les preocupan los regímenes políticos, se sienten bien en su mundo, se adaptan, saben buscar por los rincones la poca alegría que les permiten gozar, pero la gozan. Sí, fui una niña feliz; pude disfrutar de una familia, unos amigos, una escuela, una parroquia; del campo, las flores, los animales...
Todo ello formaba un entorno armónico y entrelazado con las dificultades propias de la época. De vez en cuando unas HERMANAS, aparecían por el pueblo. ¡Eran monjas!, venían a pedir para sus ancianos. Despiertan en mí una curiosidad, que mi madre con gran sabiduría práctica me fue aclarando: "son esposas de Jesús, y piden para ayudar a los más pobres..."
Ahí quedó todo.

"Andrés, uno de los que siguieron a Jesús, encuentra a su hermano Simón y le dice: hemos encontrado al Mesías..." (Jn. 1,49).

Y por las circunstancias providentes de la vida, una religiosa que viste de blanco y azul (María Inmaculada ya tenía un lugar muy especial en mi corazón), rompe de pronto mis esquemas... Y como el agua y el viento siguen su camino -Dios, Padre providente- va preparando el mío.
¿Era especial? No. ¿Era la mejor? No. ¿Era la más lista? No.
Unos años de estudio y formación y, de pronto, yo también me encuentro vestida de blanco y azul, los colores de la Inmaculada, los colores que M. Carmen Sallés quería para sus hijas. Blancas como la luz, como la bondad. Azules como el cielo, el mar, con una espiritualidad profunda.
Jesús comienza a ser el centro de mi vida; como amigo, como hermano, como CAMINO, VERDAD Y VIDA. Voy descubriendo lo que es seguir a Jesús MAESTRO en el encuentro con los niños y jóvenes de diversos colores, razas y condición social, apoyada siempre en una Comunidad, que impulsa, que anima, que orienta, en la que te sientes hermana.
Este seguir a Jesús, a través de su cauce, no siempre ha sido tranquilo, he chocado contra rocas, contra olas que te envuelven y zarandean. La fe te da certezas, seguridad, pero la tienes que descubrir día tras día, como María, “que no entendía, pero lo guardaba todo en su corazón” (Lc.2,52)
 
Las palabras de María, pocas pero claras, me han ido siempre abriendo camino. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”, “Haced lo que el os diga...", pues sólo Él es camino, verdad y vida y, no temas, estaré siempre con vosotros.
 
Han pasado los años, tengo canas, muchas canas… Vibré con el Concilio Vaticano II, con la inserción en la realidad cultural. He buscado siempre y sigo haciéndolo, intentado descubrir y seguir mejor a Jesús, mi Señor.  Me gustaría hacer mío el poema de San Juan de la Cruz “Volé tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance...", pero no, Él va siempre delante, marcando sus huellas en la arena del mundo, en la historia del hombre.
 
Sigo a alguien que marca camino, por eso la sorpresas, las nuevas expectativas, porque “sé de quién me he fiado “. En este contexto comprendo mejor las palabras de Santa Carmen Sallés, que se han convertido en eslogan para toda la Familia Concepcionista: ¡Adelante, siempre adelante, Dios proveerá!.
 
M. Natividad Tejedor

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